Trino Márquez: Netanyahu, el placer por destruir

Trino Márquez: Netanyahu, el placer por destruir

Benjamín Netanyahu y la ultraderecha agresiva y militarista a la que lidera con devoción fanática, insisten en señalar que todos los que critiquen la política de su Gabinete contra la Franja de Gaza están de acuerdo y son aliados de Hamás. Esta visión distorsionada y chantajista resulta inaceptable. Es posible condenar sin atenuantes el ataque criminal contra la indefensa población de Israel por parte del grupo terrorista Hamás, el 7 de octubre de 2023, y a la vez reprobar el ensañamiento de las tropas israelíes contra la población civil gazatí, especialmente ancianos y niños. Estar a favor de los sufridos habitantes palestinos de ningún modo significa avalar los delitos de un grupo que ha sido calificado de terrorista por gran parte de la comunidad internacional.

La destrucción sistemática y continua de Gaza, y su ocupación progresiva, viola los derechos humanos de sus pobladores, desconoce el derecho internacional, vulnera los Acuerdos de Oslo, que incluyeron el retiro parcial del ejército israelí de la Franja, y constituyen una operación de exterminio contra los palestinos. Netanyahu y su gente están llevando adelante una razia que tiene mucho de supremacismo genocida, emparentado con lo perpetrado por los nazis contra el pueblo judío durante el Holocausto.





No puede considerarse de otro modo su negativa persistente a que ingresen alimentos, medicinas y agua a través de Rafah, la ciudad más cercana a Egipto, por donde entra, vía terrestre, la ayuda internacional a los gazatíes. También, ha bloqueado el acceso de barcos que transportan la ayuda proporcionada por los organismos responsables de canalizar el auxilio internacional a la Franja. La gente está muriéndose de hambre. Los trabajadores sanitarios –incluidos médicos y personal paramédico- no se han salvado de la brutalidad del ejército de Israel. Cuando no les ha quedado más remedio que admitir los asesinatos, el Gobierno se ha limitado a decir que se trató de un ‘lamentable error’. Pero, jamás ha pedido perdón, ha dicho que reducirá la embestida o que reparará a las víctimas de los desmanes.
En Gaza ya no queda casi ninguna edificación que no haya sido destruida por la furia de los tanques y aviones israelíes. Ahora, la próxima meta de Netanyahu consiste en apropiarse totalmente del territorio gazatí. Dejar a los palestinos sin tierra. Empujarlos hacia otros países de la región que puedan y quieran acogerlos.

Esa labor de exterminio está ocurriendo con la complicidad abierta del Gobierno de Donald Trump y la condena, muy moderada, de la Unión Europea y la indiferencia de la mayor parte de los países del globo terrestre, que para no enemistarse con el Presidente de Estados Unidos o ser tachados de antisemitas, prefieren mantenerse alejados del conflicto. Salvo Sudáfrica y otras pocas naciones que han condenado abiertamente a Netanyahu y pedido que sea enjuiciado en La Haya por crímenes de lesa humanidad, el resto del planeta se ha desentendido del conflicto.

La acción del Primer Ministro israelí desde hace tiempo dejó de perseguir los objetivos iniciales de la acción contra la Franja: liberar los rehenes en manos de Hamás, acabar con ese grupo terrorista y cambiar el Gobierno de Gaza, para instalar en la Franja a un grupo con el cual se pueda dialogar y negociar. Esos propósitos, perfectamente comprensibles luego del asalto de 7 de octubre, se desvanecieron. La misión pasó a plantearse como meta arrasar la Franja y escarmentar no solo a Hamás sino al pueblo palestino. Volverla polvo y convertirla en parte del territorio de Israel. Ese pareciera ser el acuerdo con Trump, luego de la más reciente visita de Netanyahu a la Casa Blanca.

El rescate con vida de los rehenes no luce importante para el Gobierno de Netanyahu. Si realmente le interesase, entendería que la única forma de salvar la vida de las personas que permanecen en cautiverio es a través del diálogo y la negociación, si no con Hamás directamente, al menos con Qatar y otros países del Golfo Pérsico y el Medio Oriente que se han ofrecido como facilitadores. Esa resistencia al diálogo la han comprendido los familiares de los cautivos y la opinión pública de Israel, enfrentados de forma abierta a Netanyahu y sus colaboradores. Ante la presión interna, la respuesta del Gobierno ha sido radicalizar aún más sus posiciones y ejercer un creciente autoritarismo interno. Netanyahu sabe que si sale del poder será castigado por sus desmanes, el uso desmedido e irracional de la fuerza, la corrupción, entre otros excesos cometidos a lo largo de su interminable carrera política.

La acción criminal de Netanyahu ha sido respaldada por Trump. El mandatario norteamericano lo ha apoyado públicamente. Hace algunas semanas propuso convertir la Franja en un gran complejo turístico (parecido a Mar-a-Lago). A universidades como Harvard y Columbia les ha retirado las subvenciones, supuestamente por apoyar grupos propalestinos y promover el antisemitismo. Una adulteración total de los hechos.
Recuerdo una conversación entre Isaac Rabin, el primer ministro israelí asesinado por un fanático ultraderechista, y Felipe González. En ese diálogo, según la versión de González, Rabin le habría dicho algo así como lo siguiente: Israel podrá ganar o perder guerras contra sus enemigos tradicionales –Egipto, Siria y Líbano-, lo que nunca ocurrirá es que triunfe en una guerra contra los palestinos. Ese es un pueblo que encarna unos valores, unos sentimientos y una tradición milenaria.

Netanyahu confunde a los palestinos con Hamás. No puede entender la profundidad de las palabras de Rabin por su propensión a destruir todo a su paso.
@trinomarquezc