Los 133 cardenales que deberán elegir al sucesor del papa Francisco se han encerrado este miércoles en la Capilla Sixtina para empezar el cónclave, después de que el maestro ceremoniero cerrara oficialmente sus puertas.
El maestro de Celebraciones Litúrgicas, Diego Ravelli, pronunció la fórmula en latín «Extra omnes» (fuera todos), para pedir a todo aquel ajeno al cónclave que abandonara la capilla.
Los portones de madera de la Capilla Sixtina, custodiados por dos guardias suizos con alabardas, fueron cerrados por Ravelli a las 17.46 horas (15.46 GMT).
En su interior quedaron los purpurados electores con el predicador capuchino Raniero Cantalamessa, que será el encargado de pronunciar una meditación antes de salir de la capilla y dejarles solos.
A partir de ese momento los 133 cardenales llamados a votar por tener menos de 80 años quedaron encerrados para elegir al nuevo pontífice, 17 días después de la muerte de Francisco el pasado 21 de abril.
Se prevé que ya esta tarde lleven a cabo la primera votación y, como indica la tradición, los purpurados anunciarán el resultado con el color del humo de sus papeletas quemadas (y usando químicos) a través de una chimenea instalada en el tejado de la Sixtina: blanco es que habrá acuerdo; negro, que el cónclave continuará.
El nuevo pontífice deberá reunir al menos 89 votos, dos tercios de los 133 electores totales.
En caso de que esta tarde no haya acuerdo, ‘fumata’ blanca, las votaciones proseguirán desde mañana y los dos días siguientes, dos por la mañana y otras dos por la tarde, hasta designar un nombre.
Los purpurados saldrán de la Capilla Sixtina para cenar y dormir, pero siempre dentro del territorio vaticano, menos de medio kilómetro cuadrado en el centro de Roma, pues tienen prohibido abandonarlo o comunicarse con el exterior so pena de excomunión. EFE
Más Temprano
Los 133 cardenales que desde hoy elegirán al 267 pontífice de la Iglesia católica prestan juramento antes de que se cierren las puertas de la Capilla Sixtina y comience el cónclave, con la primera votación para designar al sucesor de Francisco esta misma tarde.
Los pupurados se comprometen a observar las reglas del cónclave y quien salga elegido «a cumplir la misión encomendada por Jesús al apóstol Pedro«, así como a guardar «el secreto» sobre «todo lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio», entre otras cosas.
El Juramento de cada uno de los Cardenales poniendo la mano derecha sobre los Evangelios:
«Et ego N., Cardinalis N., spondeo, voveo ac iuro.
Sic me Deus adiuvet et hæc Sancta Dei Evangelia, quæ manu mea tango»
«Y yo, N., cardenal N., prometo, me obligo y juro.
Dios me ayude y estos santos Evangelios de Dios, que toco con mi mano»
Tras la llegada de los cardenales en procesión desde la Capilla Paulina a la Sixtina, Pietro Parolin, secretario de Estado de Francisco y uno de los máximos favoritos para ser elegido, ha sido el encargado de leer el juramento en voz alta, y a continuación cada uno de los cardenales electores, con una mano sobre los Evangelios, renuevan el juramento.
Como el cardenal más antiguo de la Orden de los Obispos, Parolin sustituye en el rito al decano del colegio cardenalicio, Giovani Battista Re, que al ser mayor de 80 años no puede entrar en la Capilla Sixtina.
Luego, cada purpurado ocupa el asiento que le corresponde: los más cercanos al altar son los cardenales del orden de los obispos, luego los del orden de los presbíteros y luego los del orden de los diáconos.
La fórmula del juramento, que se hace en latín, dice: “Todos y cada uno de nosotros Cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la Constitución Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II, Universi Dominici Gregis, emanada el 22 de febrero de 1996″.
«Igualmente, prometemos, nos obligamos y juramos que quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el munus petrinum de Pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede», continua.
Y concluye: «Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio; no violar de ningún modo este secreto tanto durante como después de la elección del nuevo Pontífice, a menos que sea dada autorización explícita por el mismo Pontífice; no apoyar o favorecer ninguna interferencia, oposición o cualquier otra forma de intervención con la cual autoridades seculares de cualquier orden o grado, o cualquier grupo de personas o individuos quisieran inmiscuirse en la elección del Romano Pontífice” .
A continuación, los cardenales electores se ponen en fila según el orden de precedencia y se acercan a un volumen de los Evangelios apoyado sobre un atril en el centro de la Sixtina. Allí apoyarán una mano sobre el libro y prestarán juramento con la fórmula siguiente: “Y yo (nombre), Cardenal (apellido), prometo, me obligo y lo juro. Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”.
Tras el juramento, todos los cardenales se encierran en el cónclave y están listos para empezar a votar. EFE