Para poder describir los estragos que ha hecho la narcorevolución castrochavista y hacerse entender sobre las dimensiones de la catástrofe que ha significado para mi país, tenemos que echar mano de comparaciones que más o menos logran dimensionar tal calamidad. Recuerdo haber escuchado algún maestro o alguna persona mayor decir : ¡eso es un desastre, es como Sodoma y Gomorra!. Por eso traigo a colación este relato de la Biblia que cuenta que en las tierras del medio oriente, por el valle del río Jordán existían dos poblaciones: Sodoma y Gomorra, las cuales se caracterizaron por su corrupción, violencia y pecado, lo qué terminó siendo castigado por Dios con una lluvia de fuego que las destruyó en castigo por tanta inmoralidad y decadencia. Creo realmente que lo que sucede desde hace más de 20 años en Venezuela tiene tristemente mucha similitud a ese dantesco pasaje bíblico y hasta puedo decir que lo supera, asociando al PSUV y a su camarilla como centro y nido de violencia, nula moralidad y ética. Sus normas, estamentos y estandartes son la corrupción y todo lo que está mal. Se asocian con todo bicho de uña y la condición básica para formar parte de su entorno es ser desalmado.
La organización FundaRedes ha presentado su más reciente informe titulado – » Apure Territorio de vulneración a la educación e infancia por control de grupos armados irregulares» una investigación que revela una realidad alarmante: el sistema educativo del estado Apure se encuentra bajo el control silencioso, pero firme, del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Según el documento, el ELN ha extendido su dominio más allá del ámbito militar, infiltrando comunidades y escuelas con el objetivo de captar niños, niñas y adolescentes para consolidar su poder en esta zona fronteriza. Esta práctica representa una grave violación a los derechos humanos y una amenaza directa a la integridad de la infancia venezolana. Lo increíble que la guerrilla escoge y designa a los educadores.
El informe se construye a partir de un riguroso trabajo de investigación y documentación, basado en testimonios directos de comunidades como El Nula, Caño Regreso y Ciudad Sucre. Allí, grupos armados irregulares (GAI) actúan abiertamente dentro de las aulas, reclutando menores mediante promesas de bienes materiales o, en muchos casos, recurriendo al miedo, la presión y la amenaza.
Algunos adolescentes son incluso llevados al monte sin conocimiento ni consentimiento de sus padres, lo que agrava aún más el drama familiar y social que atraviesa esta región del país. Profesores y directivos, arriesgando su seguridad, han denunciado que el ELN mantiene informantes dentro de las instituciones educativas, con el fin de seleccionar jóvenes con buen rendimiento académico para sus filas, así como para disciplinar a quienes consideran conflictivos.
Pero esta ocupación del espacio social y educativo por parte del ELN no ocurre en el vacío. Es producto de la desgracia de los demonios que tienen secuestrada a Venezuela, unos delincuentes resentidos liderados por Nicolás Maduro y del ala militarista encabezada por el capo Diosdado Cabello, quienes han permitido e incluso protegido la expansión de grupos armados irregulares en la frontera para sacarle el mayor provecho al negocio de las drogas. Durante años, informes de organismos internacionales, medios independientes y ONG han documentado cómo el ELN actúa con impunidad en varios estados de Venezuela, especialmente en Apure, Amazonas y Zulia, el descaro es evidente.
El narcorégimen venezolano, cada vez más aislado internacionalmente, ha encontrado en estos grupos una herramienta útil para el control territorial, la represión social y el tráfico de drogas, en un esquema de cooperación criminal que mina aún más el estado de derecho. Mientras los ciudadanos comunes viven bajo el terror, las estructuras del poder oficial y paraestatal se alimentan mutuamente.
Estamos ante una forma de violencia estructural que degrada profundamente el derecho a la educación y expone a los menores a un ciclo de violencia, exclusión y criminalidad. Es también un reflejo del vacío institucional y la deliberada entrega del territorio nacional a actores violentos que sirven a intereses del régimen.
Este informe no solo debe leerse como una denuncia, sino como un llamado urgente a la acción nacional e internacional para proteger a nuestros niños, niñas y adolescentes.
Desde la cárcel del exilio me asombro cada vez más de esta cofradía de maldad, no hay un delito que les falte, desde el más sangriento hasta el más sensible que es meterse con la niñez, el futuro del país. La infancia no puede ser rehén de la guerra ni campo de batalla para intereses ajenos a su desarrollo y bienestar. ¿Que más queda por saber y ver de las acciones perversas de estos enajenados, herederos del traidor mayor, hoy felizmente difunto?
Estamos perdiendo el país, cada día hay más evidencias de como está banda de criminales, traidores a la patria no les importa entregar el territorio patrio a la guerrilla colombiana con tal de sacar dividendos de la droga.
A esta cofradía, versión moderna del submundo de Sodoma y Gomorra hay que castigarla sin compasión , ellos no la han tenido con ningún venezolano. No me cansaré de escribirlo, hay que sacarlos de cualquier forma del poder y a la brevedad posible. Es urgente defenestrarlos del poder , no darles tregua, ganan tiempo con sus marramucias, en este caso la lluvia de drones y plomo debe acabarlos y liberar a nuestra patria.
No dudemos en seguir firmes, trabajando por verlos fuera, cada acción cuenta, suma y ayuda para ese fin. Sigamos sin pausa atacandolos, yo no paro, voy con todo, cada segundo con lo único que me queda MI PLUMA Y MI PALABRA
José Gregorio Briceño Torrealba
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